viernes, 31 de enero de 2020

"La hermana de Katia" de Andrés Barba

La próxima reunión del club de lectura tendrá lugar el jueves día 20 de febrero de 2020, a las 19:30 horas. En ella comentaremos "La hermana de Katia" de Andrés Barba.

Una singular novela de formación, a través de las crisis y descubrimientos súbitos de una adolescente: hija de una prostituta y hermana de una bailarina de striptease en un local madrileño, la protagonista es, sin embargo, la inocencia redentora a través de la cual todo adquiere una nueva significación. Andrés Barba ha conseguido crear un personaje emocionante e inolvidable, "la hermana de Katia", que recorre estas páginas confortando las vidas de quienes la rodean. Una novela que revela a un autor de sorprendente madurez literaria e intelectual, pese a su juventud, muy distanciado de modas recientes y de una elegancia y un control del estilo realmente notables.

«Esta novela demuestra un notable y muy prometedor crecimiento, que tiene que ver sin duda con lo más importante a la hora de perfilarse como escritor: no tanto la elección de los modelos como el talento para interiorizarlos» (El País).

«Pero, por encima de todo, nos ha regalado un personaje memorable, subversivo y ejemplar, uno de esos personajes que nos reconcilian con la vida y con los otros y nos devuelven, de paso, la confianza en la literatura» (ABC).

«Un personaje memorable que irremediablemente hemos de sentir cerca, muy cerca,... buscarle el sentido a la vida es otorgarle significado y de eso es de lo que se trata en esta excelente novela» (Quimera).

«Andrés Barba ha insuflado a los personajes de un estremecimiento y una vivacidad que, estoy seguro, subyugará al lector que se adentre en estas páginas» (Reseña).

«A través de un mundo reducido de miseria moral, La hermana de Katia se eleva como una fábula de bondad por encima de la estupidez latente del mundo... La novela enfrenta la gran dificultad de hacer literariamente convincente la inocencia» (El Ángel).

«Estamos ante una novela distinta. Barba avanza con buen pie por el mundo, tan complicado, de las letras» (Sur).

2 comentarios:

  1. Este “febrerillo loco” lo hemos encarado con una curiosa novela de esas que, de alguna manera, te dejan huella por la profundidad con que el narrador construye sus personajes, auténticos estudios de psicología aplicada a unos seres cuya existencia iremos descubriendo a medida que pasamos sus páginas. Fue una tarde agradable y La hermana de Katia, de Andrés Barba, unió a los compañeros en una unánime degustación de buena literatura.

    Nuestra sociedad actual se nutre, entre otras muchas cosas, de todo un ramillete de carencias y desdichas, incluida la ruindad humana o la soledad, imperfecciones que no hacen sino acentuar, aún más, que no todos somos esa isla, entera en sí misma, o que incluso vivamos en la igualdad que propaga nuestro consumismo y quienes detentan el poder. Lejos de esa quimera aún asoman ciertas miserias de las que nuestra narrativa, con cierto atrevimiento, explora en asuntos tan turbios y tan mal vistos que sólo se justificarían en la literatura y ésta como si se tratara de una lucha frente a la banalidad existente. Los temas que hace unos años proponían nuestros jóvenes autores se concretaban en la falta de comunicación, la alienación de sus personajes, la visión negativa de la vida. Estas características les llevaban, por otro lado, a una calculada preocupación por la construcción en el relato y el estilo: denodadamente sobrio y dialogal, explorando esa dicotomía entre lo individual y lo colectivo, la relación entre el arte y la vida. Quizá por esto Andrés Barba (Madrid, 1975), joven narrador, plantea en su novela La hermana de Katia (2001), finalista del prestigioso Herralde de Novela, dos planos que se suponen implícitos: uno pertenece, inevitablemente, a la realidad y otro a la fantasía; esto es, uno es el de la experiencia y otro el de la imaginación.

    Narrada en tercera persona, desde las primeras páginas se percibe, en esta atrevida historia, la poderosa mirada de su protagonista, una adolescente de catorce años (afirma que muy pronto cumplirá los quince) que vive en Madrid, en un pequeño piso, con su madre y su hermana mayor. Esta joven (curiosamente sin nombre) se convierte, además, en la verdadera protagonista de este sorprendente relato, en torno a cuyo mensaje gira toda la historia a contar. A través de su exposición sabremos cómo viven, qué sienten, cómo se mueven en el mundo cercano las tres mujeres y percibimos, en igual proporción, los deseos de adolescente de la narradora y también vislumbramos los de la madre y la hermana, sus sensaciones y las que ella cree percibir de su relación, sobre todo, con su admirada hermana Katia. Nos desvelará confidencialmente sus pensamientos más íntimos y, añadirá con especial lirismo, lo que estos significan para ella. Pero a medida que avanzamos en la lectura de esta novela, que en ningún momento deja de tener un aire contenido de tristeza y de cierto «tremendismo»realista, percibimos como si esta voz, realmente, no existiera, no tuviera identidad porque para reforzar esta apreciación, ni siquiera se nos dice el nombre propio de la narradora, es uno de esos personajes sin nombre que se concreta, exclusivamente, en el pronombre «ella» o el sintagma «la hermana de Katia», una afirmación que, por otra parte, vislumbra mucho más allá de lo que pueda pensarse; se trataría de la anulación más absoluta del ser o de la manera de no ser o no existir.

    Pedro Martínez Domene.

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  2. Esta joven que, en apariencia, es dolorosamente feliz junto a su madre y sobre todo junto a Katia, personifica una inocencia con una excesiva abundancia de bondad, talante que, entre otras cosas, le lleva a soportar el peso de una familia y la actitud de ésta con respecto a ella: una madre prostituta de profesión, una hermana/espejo que un buen día decide hacerse bailarina de striptease. Aparece también en escena una abuela que, en un momento del relato, pierde la memoria y muere; el escritor pretende convertir a la abuela en esa voz de la conciencia, una conciencia brújula de lo desconocido que se destruye como las cosas buenas de esta vida. Nada de lo que rodea a la joven protagonista le sirve para asegurar que su vida es la de una adolescente normal que tiene el cariño de unos padres y de unos hermanos, de una familia en definitiva en el sentido tradicional del término, no se siente querida, aunque, paradójicamente, se advierte feliz por el mero hecho de tener como referente a su hermana mayor y de poder pasear con John, el chico norteamericano que ha conocido en la Plaza Mayor y con quien conversa sobre Dios y lo que la religión significa para él; también, toman zumo de tomate juntos. La ingenuidad de la joven en estos encuentros y en posteriores escenas de la novela, es lo que la hace diferente y sobre todo nos da pistas para pensar que parece retratada como una criatura de un bondad instintiva que carece de futuro en un mundo punteado por Andrés Barba con sumo cuidado, porque el mundo elegido por él es cruel, despiadado, inexplicablemente irreverente y el clima que proyecta sobre la amalgama de imágenes es tan potente que la dureza de muchas de las situaciones, la ironía de las circunstancias, la sabiduría proyectada en la expresión de sus personajes, es capaz de vislumbrar más allá de su espacio interior y hace que las numerosas contradicciones, las sorpresas que nos depara nuestro mundo, se conviertan en una visión lírica de los matices diferentes con que nos enfrentamos a nuestra lucha diaria.

    Barba escribe, por consiguiente, sobre la miseria humana, la soledad, la falta de amor, sobre el mundo del sexo y la propia sexualidad en sus más variados matices. Pero estas son actitudes que se subsanan por la inmensa bondad que proyecta esta niña que no sabemos si va perdiendo lentamente su inocencia quizá fundamentada, acertadamente, en el aparente retraso mental que se esboza en sus actuaciones, pero que la convierten, aún más, en un personaje memorable que irremediablemente hemos de sentir cerca, muy cerca, y que como suele ocurrir en nuestra vida cotidiana, repleta de absurdos que ni siquiera necesitan parecer verosímiles, nos devuelve la fe en ella. Quizá también porque en un sentido más estricto, buscarle el sentido a la vida es otorgarle significado y de eso es de lo que se trata en esta excelente novela.

    Un variado debate de buena disposición animó a los compañeros del Club a compartir sus opiniones acerca de esta novela de seres derrotados y a analizar un relato que alejado de una familia convencional reconocible siembra la duda en algunos de sus miembros, mientras la mirada de “ella” la “hermana de Katia” siempre está ahí observando y contándonos qué sucede en sus vidas. Un buen sabor de boca y el reto de seguir disfrutando de la literatura.

    Pedro Martínez Domene.

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