“LA
FUNDACIÓN” es una de las obras de Buero Vallejo que han
alcanzado mayor éxito de público y crítica, tanto por el dramatismo de su trama
argumental como por la novedad de los procedimientos técnicos utilizados.
Presentada como una fábula, plantea al lector-espectador un choque entre
realidad y ficción, que se resuelve paul
Cinco personajes, que parecen trabajar para un centro de
investigación llamado “La fundación”, comparten espacio en lo que parece ser
una agradable habitación con bonitas vistas. Según se avanza en el desarrollo
de los diálogos, se descubre que tal situación no es sino la percepción
subjetiva de uno de los personajes, Tomás, a través de cuyos ojos, el
espectador conoce que la habitación es en realidad una celda, que “La fundación”
es la prisión y que los cinco personajes son cinco reclusos condenados a
muerte. Se encuentran allí porque el propio Tomás, bajo tortura, los delató y
el sentimiento de culpa le hizo perder el sentido de la realidad. Finalmente,
la escena queda vacía, retornado su aspecto de habitación lujosa en la que se
instalarán nuevos huéspedes.
Como dijo el propio Buero Vallejo, "el mundo está lleno de injusticias y de dolor: la vida humana es, casi siempre, frustración".
ResponderEliminarEs estremecedor el alegato contra la injusticia, la tortura, la represión, la intolerancia, bien patente en este drama, y de absoluta vigencia en un mundo trizado por guerras sin fin, en el que las desigualdades económicas parecen cada día más insalvables y en el que los asesinatos por motivos religiosos o ideológicos han alcanzado una dimensión aterradora.
ResponderEliminarComo se dice en la novela, todos estamos condenados a muerte y nos encontramos presos en sucesivas cárceles cuyos barrotes debemos ir forzando en busca de nuestra dignidad como seres humanos y de una libertad tal vez imposible de alcanzar.
ResponderEliminarHoy en día, igual que en la obra, la mentira ejerce una gran violencia, una mentira cubierta de una falsa apariencia de paraíso cotidiano.
ResponderEliminarBuero ha conseguido lo que buscaba: obligarnos a plantearnos el problema de la verdad del mundo.
Pertenecemos todos al mismo mundo. Un mundo en el que son incontables las veces, infinitas las circunstancias injustas que han pasado justo a nuestro lado, a veces hasta salpicarnos. Y hemos vuelto la cabeza para no ver, porque no estábamos seguros de resistir su visión sin estallar. Y era más cómodo callar. Ante nuestro silencio cómplice han convertido este mundo nuestro en un inmenso campo de concentración, en el que también nosotros estamos. Nuestra inacción les proporciona fuerza.