La próxima reunión del club de lectura tendrá lugar el jueves día 29 de septiembre de 2022, a las 19:30 horas. En dicha reunión comentaremos “Trigo limpio” de Juan Manuel Gil, con presencia del propio autor, recientemente galardonado con el Premio Biblioteca Breve 2021.
Como una falsa novela de detectives, Trigo limpio sigue los pasos de un escritor dispuesto a cualquier cosa para darle forma a la novela perfecta mientras investiga sobre un pasado que poco se parece a lo que recuerda de su infancia perdida en un barrio periférico. Un juego literario en el que el lector está invitado a conectar las piezas de un hábil rompecabezas.
Armado con un inteligente sentido del humor y dispuesto a saltarse todas las fronteras entre la realidad y la ficción, Juan Manuel Gil obtuvo el Premio Biblioteca Breve 2021 con este lúcido homenaje al poder universal de contar historias y al refugio que supone la lectura.
Seguro que será muy interesante. Yo estuve en su charla el pasado mes de noviembre, en Valencia, en la librería El Cresol, y me encantó. Si tenéis oportunidad, es un ratico que os va a enriquecer mucho
ResponderEliminarLa reunión de septiembre del club de lectura ha resultado una experiencia personal satisfactoria a muchos de los interesados al evento porque, en esta ocasión, el autor de Trigo limpio visitaba nuestra biblioteca municipal. El desarrollo fue distendido y ameno, y el autor Juan Manuel Gil, explicó los entresijos de su narrativa y el desarrollo mismo de la novela que habíamos leído.
ResponderEliminarLa literatura de Juan Manuel Gil (Almería, 1979), al menos hasta el momento, ha sido capaz de cuestionar esos cimientos sobre los que se sostiene nuestra noción de realidad y de fantasía, y además lo hace con la sutiliza de una estética dilatada a lo largo de una mínima historia cuya tensión, a medida que avanzamos en su lectura, nunca decae, mantiene el interés durante el tiempo que sostenemos el libro y, una vez terminada su lectura, merece la pena que sea tenida en cuenta. El narrador Gil ha aprendido a desdoblarse, a mirarse desde fuera y a construir ficción con el material de la vida cotidiana que, en materia de invención y fingimiento, resulta uno de los mayores desafíos de la escritura a que un narrador pueda someter su obra. El almeriense ha supeditado su narrativa a un exigente proceso creativo que iniciaba con Inopia (2008), una primera novela que proponía una experimentación transparente, un arriesgado texto de perspectivas narrativas variadas que debe leerse bajo una mirada múltiple; un extraordinario ejemplo de relato fragmentario, una híbrida imbricación que propone una nueva técnica en el terreno arquitectónico textual lírico de la narración, o de aquellos otros géneros literarios fronterizos sin delimitar; textos construidos con una variedad formal, una técnica, una estilística y una temática que desde el punto de vista narrativo se mueven entre el relato, más o menos extenso, y la novela, incluyen temas tan característicos como las relaciones humanas y la sumisión que delimitan el conflicto de identidad, rozan esa locura que lleva a los personajes a la soledad, la incomunicación y el miedo, un terror físico que condiciona al ser humano; tiempo y voz se dan cita en Mi padre y yo (2012), un delicioso e irónico western, pero insistió en un nuevo espacio narrativo en la turbadora Las islas vertebradas (2017), una novela repleta de preguntas, sin las respuestas que convienen, construida con mucho acierto, una inteligente narración en torno a la fragilidad y las muchas contradicciones humanas que, temáticamente, hubiera desembocado en un realismo sociológico al uso por cuanto le ocurre a Martín de Juan, un personaje que se esconde entre las sombras y las luces que proyectan las imágenes de la isla que, con algo de suerte, pueda convertirse para él en su única salvación. Un hombre bajo el agua (2019), su última entrega, es una novela que busca descubrir, en la reminiscencia prestada del pasado y de los amigos, la recuperación de la memoria real, un episodio que sucedió durante su adolescencia porque el protagonista, de nombre Juan Manuel, encuentra en una balsa de riego el cadáver de Eduardo, un hecho que se convierte en un acontecimiento a nivel personal y vecinal que, sin saberlo, marcará el resto de su vida, una obsesión constante que dibujará en el niño el perfil del adulto del mañana, que dejará atrás definitivamente la infancia. La balsa se convierte ese componente simbólico que le devuelve, una y otra vez, a ese sentimiento de dolor y de angustia, a una turbulenta relación con quienes convive el ya adulto Juan Manuel y cuyo recuerdo amplifica la sensación de desasosiego, de irrealidad y de oscuridad que, a modo de relato escrito, transmite cuando intenta reconstruir la historia.
Pedro M. Domene
Trigo limpio va multiplicando los planos de su historia, y destaca por una rigurosa estructura en su desarrollo, se inspira en ese principio que, para el lector, puede traducirse en sobrecogerse ante lo que va a pasar en la propia novela, y la sensación de que, si supiera lo que va a suceder en las siguientes páginas, o tal vez en la última del libro, ese asombro desaparecería totalmente, porque ese entramado de planos no está hecho de una manera deliberada sino orgánica, lo que no implica que haya un trabajo de ajuste, como por ejemplo una mirada irónica a uno de los géneros que durante los últimos años más espacio ha ocupado en la narrativa reciente, la autoficción que, según Juan Manuel Gil, es un proceso muy antiguo y que, salvando unas distancias muy grandes, ya lo hiciera Cervantes en el Quijote, es decir, escribir una parodia de la autoficción haciendo uso de esa misma autoficción, y en el caso de Trigo limpio, es el propio autor quien se parodia y quien se divierte consigo mismo, suponiendo que sea el narrador del libro, quizá porque no se toma en serio la vida, y con su prosa se aleja de esa emoción de solemnidad en la literatura que suena como algo hueco o bajo una armadura de la cual no se sabe si hay alguien dentro. Y sin duda, porque Gil ha sabido echar mano de un curioso término, pasadizos, esos que cruzan los amigos en su barrio, como los literarios para que el autor nos hable de las conexiones entre lecturas, pasajes de libros identificados, o con ciertas curvaturas de una realidad muy apropiada para describir esa naturaleza intrincada e interconectada de textos y experiencias. Y así se convierte en una novela ágil y divertida que no deja de interesar al lector que pretende saber más de unos chavales de barrio que parecen sacados de un relato juvenil, en busca de aventuras y haciendo trastadas, inventando desafíos entre colegas y protagonizando algunos dramas ocultos al borde de una adolescencia que se mantenía olvidada en esa penumbra que proporcionaba aquella vida doméstica, en un barrio y en una pequeña ciudad. Aunque un lector cauto aceptará sus trampas porque son esas mismas las que nos tiende a nosotros la memoria, nos hace comprender a los personajes y sus vivencias, y lo pasamos bien con esos diálogos coloquiales y envarados que parecen de aquel otro tiempo.
ResponderEliminarUna amena charla de un par de horas, y ese regusto de un buen rato compartido, algunas preguntas curiosas y un hasta pronto, con una próxima novela del almeriense.
Pedro Martínez Domene.