
Memorias de Adriano es, sin duda alguna, uno de los textos más brillantes y profundos de la literatura del pasado siglo XX, y precursora en gran medida del prestigio que el género histórico ha gozado en las últimas décadas. La forma que le confiere Marguerite Yourcenar, la de una larga epístola dividida en capítulos y dirigida a Marco, permite que la voz del emperador Adriano fluya sin intermediarios y nos revele los acontecimientos de su vida pasada y su interioridad.
En esta novela, Yourcenar reconstruye la biografía del emperador y el contexto histórico en el que surge y se desarrolla, pero también recrea un modo de ver el mundo y las formas en las que una mente como la de Adriano se relaciona con él, es decir, una filosofía de la vida.
A ello habría que añadir las reflexiones de la propia autora sobre la escritura. La confluencia de sus estudios históricos, de sus indagaciones sobre la forma de relacionarse Adriano con las instituciones sociales y políticas de su tiempo, la descripción de sus sentimientos personales en los que el esclavo Antínoo es protagonista esencial, y la larga y constante lucha de Marguerite Yourcenar con un personaje que se impone a sus iniciales propósitos, hacen de Memorias de Adriano -que Julio Cortázar tradujo al español- una joya de la literatura.
Como ella misma señaló en cierta ocasión: "He pasado una gran parte de mi vida tratando de definir y luego de describir a este hombre solo y, por otra parte, en relación con todo".