La próxima reunión del club de lectura tendrá lugar el jueves 30 de agosto de 2012, a las 19:30 horas. En ella comentaremos el libro "La montaña mágica" de Thomas Mann.

"La montaña mágica" es quizá la obra más famosa de Mann y la más
leída por varias generaciones de lectores. No es fácil acercarse a una
novela como ésta. Sus 1.000 páginas pueden intimidar a más de un posible
lector. Si a eso se suma su falta de acción, su ritmo pausado y las
acciones de los personajes, más contemplativas que dinámicas, el lector
puede tener la engañosa impresión de encontrarse ante una obra larga y
aburrida. Nada más lejos de la realidad.
En cualquier caso, el lector de "La montaña mágica" debe acercarse a
sus páginas sin prejuicios, dispuesto a disfrutar de una
de las grandes obras maestras de la literatura universal, una especie de
síntesis del pensamiento de principios del siglo XX a través del
discurso de unos personajes realmente inolvidables. El sanatorio para
tuberculosos de Davos, un lugar aparte con sus propias reglas, al que
apenas llegan ecos del mundo real, es el marco perfecto para que
personajes que cuentan con todo el tiempo del mundo intercambien sus
ideas.
La novela comienza con el viaje del protagonista, Hans Castorp, al
sanatorio para visitar a su primo Joachim, que se encuentra allí
ingresado desde hace unos meses. Lo que no sospecha Hans es que su
estancia, programada en principio para tres semanas, se va a alargar
mucho más de lo previsto. A diferencia de Hans, un muchacho pacífico y
reflexivo, Joachim, un perfecto caballero por otra parte, es un militar
puro, que anhela la vida disciplinada del cuartel y cuya máxima
aspiración es servir y morir por la patria. Su estancia en el Berghof es
para él una pérdida de tiempo.
Si en un principio al protagonista le fastidia tener que quedarse
como habitante involuntario del sanatorio, bien pronto se adaptará a la
vida allí, a las cuatro abundantes comidas diarias, a la cura de reposo
y, sobre todo, a las disquisiciones filosóficas con otros enfermos.
Hans, que iba a comenzar a ejercer como ingeniero, le toma gusto a la
vida contemplativa y sin las preocupaciones diarias de la vida cotidiana
que le ofrece el Berghof. El joven Castorp decide emplear buena parte de su abundante tiempo a su formación intelectual, moral y espiritual.